En honor a dos marines SEAL caídos en combate
Una parte de los beneficios que obtengamos por la venta de la barra Castro Bar se destinará a las familias de estos dos marines de los SEAL caídos en combate.
Teniente Mike McGreevy
El teniente Mike McGreevy nació en 1975 y tuvo una infancia muy feliz. Después, en sus años de instituto, empezó a identificar sus sueños y metas que, con el tiempo, le llevarían a convertirse en la extraordinaria persona que se esforzó en ser cada día. Su determinación y compromiso con la Escuela Naval y, posteriormente, con los marines de los SEAL de EE.UU., le definieron como persona.
Inicialmente, sus esfuerzos por convertirse en marine de los SEAL de EE.UU. tras graduarse en la Escuela Naval no dieron sus frutos y se le denegó la oportunidad de asistir a la formación SEAL, BUD/S, tras su graduación. Ante la adversidad, Mike perseveró y optó por servir dos años en un buque LSD, el USS Oak Hill, antes de solicitar un traslado para alcanzar por fin su objetivo de convertirse en marine de los SEAL. Como relatan muchas historias de héroes, el fracaso puede llevarte a la grandeza. Este fue justo el caso de la historia de Mike. Durante su segundo intento en el BUD/S, Mike no solo fue aceptado, sino que fue nombrado Hombre de Honor de su año, lo que le lanzó a una carrera en la que sirvió en los equipos 4, 8 y 10 de los marines SEAL.
Mike McGreevy era, sencillamente, un ser humano excepcional, lleno de humildad, honor y un discreto sentido del orgullo. Vivió su vida esforzándose constantemente por mejorar como persona, al tiempo que disfrutaba plenamente de cada día, por muy difícil o mundano que fuera. Tanto si estaba planeando misiones como SEAL, ayudando a un amigo o vecino que necesitara ayuda o disfrutando de su tiempo como marido y padre, Mike lo hacía todo con determinación, alegría e integridad. Su capacidad para tener una visión de conjunto le permitió ayudar de manera genuina a sus compañeros y renunciar a sus propias necesidades. Sirvió como marine de los SEAL de EE.UU. para protegernos a Molly y a mí, así como a su familia y amigos, de la crueldad que puede existir fuera de los confines de nuestra propia realidad. Quería asegurarse de que sus seres queridos no tuvieran que vivir con el miedo a ser atacados en su propio país.
Mientras nuestras vidas avanzan sin Mike, seguimos su ejemplo de
"Hacer justicia, andar con humildad y amar con grandeza"